En un estudio reciente sobre RSE de Havas Worldwide, dos tercios de los encuestados dijeron que les gustaría que sus marcas favoritas ayuden a las comunidades; mientras que el 68% cree que las empresas son tan responsables como los gobiernos de impulsar un cambio social positivo.
En la comunidad conviven los miembros de la sociedad donde opera la compañía, junto a sus proveedores, empleados, accionistas, clientes, por nombrar algunos de los stakeholders más relevantes para la organización.
Propiciar, desde una compañía, con diversos proyectos, la oportunidad de brindar oportunidades o cambiar las perspectivas de un grupo de personas o de una comunidad, es notablemente enriquecedor para ambas partes. La empresa suma empatía, suma prestigio, suma reputación y suma un acercamiento muy enriquecedor a un stakeholder fundamental. La comunidad o las personas beneficiadas directa o indirectamente, pueden transformar su realidad, tener otra visión.Es por ello, que hoy en día nadie discute que la empresa –sea cual fuere su magnitud- debe involucrarse en el desarrollo social promoviendo o sumándose a diversas acciones que contribuyan a este objetivo.
Sin embargo, el sector privado por sí solo no puede desencadenar procesos sostenibles y profundos de transformación social, ya que no cuenta con los recursos necesarios para hacerlo.
Es ahí donde se hace fundamental la articulación con los diversos actores que integran la sociedad (sector público, sociedad civil, referentes sociales, instituciones académicas y otras empresas) en pos de un objetivo en común, donde se requiere una participación activa de todos, que promueva acciones colectivas y políticas públicas para impulsar el bienestar social y el desarrollo de ciudadanía.
Otra cuestión fundamental que debe considerarse son las etapas que deben atravesar estos programas cuyos impactos no son inmediatos, sino a mediano plazo y de difícil medición, lo que requiere un compromiso mayor por parte de todos los involucrados.